que él ha escuchado sobre esto,
que le mueve en este momento,
que le han contado sus amigos,
que su padre le tocaba las narices,
La carta de su madre bienintencionada, le parece una amenaza: los hombres no tienen imaginación, no tienen fantasías, pero tú vas a lograrlo. Mucha suerte.
Tu madre
Que él imaginaba, que tenía demasiadas fantasías -decía su padre-, eso venía de su abuelo, su rendimiento escolar y su capacidad de concentración se veían afectados por esto: le daba demasiadas vueltas a las cosas pero no a lo que en realidad debía enfrentar. El coach de personalidad funcional le había convocado a una reunión. En la primera visita tenía que estar presente uno de sus padres. Le encantaba la idea de ver a su madre otra vez. Sabía que su fantasía la asustaba. La gente con demasiadas ideas sufre mucho en esa sociedad. Su padre le aconsejaba tomar este problema en serio, pero él, Tomás, no tenía la sensación de que había algún problema. Con todo esto, él se sentía bien, le gustaba sencillamente tener esas ideas en la cabeza, basta, ellos le prescribían medicinas para frenar esas ideas, eso ha escuchado de sus compañeros de instituto, compañeros que hasta ahora sólo se habían reído de él. Pero ahora le veían con preocupación e incluso con miedo. Sus padres preferían que se apartaran de él.
El fenómeno de demorar
Muchos soñaban con la gran felicidad. Se negaban a reconocer que su cita era un fracaso, que con eso no se conseguía una unión de por vida. Ninguna gran felicidad. Después fingían que no pasaba nada como si hubieran encontrado esa gran felicidad. Generalmente no se veían, sería un esfuerzo demasiado caro, porque sólo los que entraban en esa unión de pareja tenían el permiso de mudarse y vivir juntos. Todos los demás tenían que cumplir la ley, los que no querían aceptar la verdad de su infelicidad se escribían todo el tiempo e imaginaban que dirían sí en un momento próximo como si hubieran encontrado la felicidad. No era más que una pregunta de un par de correos románticos. Mucha de esa gente joven era encerrada durante meses para ser reinsertada en la sociedad.
Los demás le daban miedo. Todo el tiempo le decían qué miedos tenía que tener, sólo porque ellos los tenían. ¿Por qué tenía que ser como los demás? Su padre lo veía con tristeza y hablaba de la influencia del abuelo. Mejor que no lo hubieran dejado pasar mucho tiempo con su abuelo. Tomás le miraba con rabia. Hubieran. Hubieran. Hubieran. Él llamaba a su padre fracasado. Un capullo. Porque también él sólo quería darle miedo. Su padre no le respondía, sólo que la próxima cita con el coach sería realmente muy importante y quería asistir.
El chico había averiguado que ese método de formar pareja era muy común entre los primitivos, al menos 150 años atrás, y que en la actualidad era considerado políticamente incorrecto. "Claro, porque antes se formaba pareja contra la propia voluntad y en la actualidad cada uno podía elegir ser infeliz y estar solo sin molestar a los demás con eso", decía su padre.
La vida cotidiana aburre, se puede calcular, crea el peligro de suicidarse y crea las drogas para que se pueda soportar el trabajo, la sociedad lograba limitar el número de suicidas, la sociedad mejoraba en transformar las ganas de dejarse en ganas de aguantar.
Grupos de imágenes de su memoria del viaje se mezclaban con el eslogan del tríptico, cuentos con final feliz escritos por la vida con anotaciones críticas entretejidas, naturalmente hay muchos problemas especialmente con la gente de las zonas peligrosas pero la alegría es más grande si se superan los problemas juntos.
Todos lloran. Eso le habían dicho sus amigos. Él se despedía de su padre y de su madre y finalmente todo empezaba. Les mostraba su dedo corazón levantado sin voltear a mirarlos.
Cuando él preguntaba a su padre, le preguntaba directamente qué habría hecho si hubiera tenido la ocasión de asistir a esa gran cita. En ese momento sentía a su padre como siempre había deseado que fuera: recto y servicial, porque era honesto, no mentía, aceptaba los compromisos predicando las fórmulas del Estado, el padre decía sólo creo lo que puedo ver y sentir, y como tú sabes, en los países avanzados no se funciona con el amor y las relaciones nunca más, todo se ha vuelto muy complicado. Hemos dado a nuestros representantes la tarea de mantener al menos la ilusión de proximidad humana, amor y permanecer juntos y hacer publicidad sobre eso, ninguna persona había pensado que vosotros los jóvenes caeríais en la trampa de esa mierda como si vuestros padres no os hubieran dado suficientes ejemplos para disuadiros. Puedo decir sobre mí que he amado a tu madre por un tiempo definido, ha habido otras mujeres con quienes he sentido la felicidad más intensamente. El recuerdo de esas mujeres me da la fuerza para continuar cuando ya no puedo más. Todo será más difícil, ninguna de las mujeres que en los últimos dos años he invitado a cenar ha aceptado la invitación. Pero eso he esperado, disfrútalo, tómalo como viene y no hagas nada en contra de tu instinto.
Su padre tomó un último trago de la lata de cerveza y soltó un eructo sonoro. Había descendido profesionalmente en los últimos dos años porque le habían tenido que tratar varias veces. Lo primero que un adulto pregunta a otro es su categoría profesional. Algo que no le había confesado su padre pero que Tomás sabía, era que su padre era demasiado orgulloso para aceptar las invitaciones de las mujeres del nivel al que había descendido.
Una vez su abuelo le llevó a un cine de gran pantalla para ver una película que hacía apología de la violencia, en la que se podía ver a las mujeres parcialmente vestidas. Esas viejas películas se exhibían camufladas a la manera de lecciones de historia con comentarios explicativos subtitulados. Tomás sentía escalofrío mirando los cuerpos semidesnudos de las mujeres, rígido y tenso en su asiento, se agitaba con las persecuciones de turismos movidos con gasolina. Eso le gustaba mucho. Al salir del cine el abuelo le susurraba que un hombre nunca dice no a dos cosas: al dinero y a las mujeres.
Tomás pidió su segunda cerveza. Él nunca diría que no. Para eso tenían que querer alguna cosa de él. ¿Nosotros sólo nos calentaríamos para no decir después que habíamos perdido una oportunidad?/p>
El lema del abuelo: hacer lo que puedes manejar fácilmente, lo que te conviene, en la vida te esfuerzas mucho con cosas que no funcionan, agotadoras e infructuosas, luchas hasta el cansancio, sin lograr nada, hasta que entiendes que es mejor no hacer nada que te haga sentir como mierda, estúpido, muchas veces solo después sabes esto, demasiado tarde, como te haga sentir mal.
el tríptico todavía estaba delante de él:
vida y amor
Él leía: como se gana el amor
Su vida, especialmente su vida amorosa, ahora es para muchos como un infierno autoelegido. Mayoritariamente le da la responsabilidad a las libertades individuales por la falta de vida feliz.
Más y más jóvenes ponen su esperanza de una vida feliz en el regalo estatal del matrimonio. Ellos quieren tratarlo con responsabilidad. Para muchos tiene un gran significado tomar en serio ese intento serio del Estado, mucho más grande que las habladurías acerca de autorrealización, acerca de las cosas que se cree que se tienen que lograr, probar, tener. El bricolaje de uno mismo apetecible, construible y deconstruible, se ha evidenciado por la opinión mayoritaria de la sociedad como callejón sin salida, un gran error.
El matrimonio regalado se ha establecido como una gran promesa de felicidad en una competición despiadada, en la vida casual. El matrimonio sorteado se ha vuelto religión, recibe adoración fetichista.
Las parejas jóvenes flanean de la mano por la ciudad. Se han vuelto símbolo de una felicidad impensable auténtica, radiante. Creer en algo que se siente tan bello ayuda mucho al individuo atormentado, si no, domina el miedo de no funcionar en el trabajo y peor, no tener ningún puesto y tener que currar en servicios comunitarios hasta que después de años se puede entrar en el mercado laboral otra vez. Toda esta tortura pierde su vehemencia en el momento de tocar inesperadamente la gran felicidad.
Todos cuentan que tienes que bajar tus expectativas frente a este encuentro. Pero lo problemático es el contra-esquema: después de una negativa, frente a la oferta muy pocos van a experimentar felicidad, amor, proximidad, comunidad, ternura, se cansa y se rompe en la lucha de la vida cotidiana, donde sólo en una zona semilegal está tolerada a corto plazo la descarga de los instintos, por mucho dinero. De todos modos, el gobierno sostiene que la salud y la seguridad garantizada por el Estado justifican este alto precio, aunque hubieran tenido que limitar muchos derechos del individuo en la lucha contra el terrorismo.
Sea como sea, es un tiempo de la mirada hasta el interior. Si está restringido el derecho al movimiento, se tiene que anunciar un desplazamiento con una antelación muy larga, tanta que el camino hasta la interiorización de su propia existencia ocupa una gran parte del tiempo muy escaso del ocio.
Para qué existe la gran cita en su forma presente, tan mal la estiman los ciudadanos en su forma psíquica, que menos de la mitad, y cada vez menos y menos, viven en alguna relación y cuando lo hacen, sólo con poca duración, ahora las separaciones en cuanto al espacio tienen como consecuencia un altísimo nivel de gasto burocrático, últimamente sólo diez por ciento comparten su vida, relaciones con una frecuencia de visita que disminuye representan la normalidad. Pero sólo para una minoría, la mayoría acepta con resignación cumplir como con un mal menor con una existencia que les hace infeliz y sólo periódicamente mejora con ayuda farmacéutica, según las encuestas de los últimos cuatro años.
Cada vez menos puede ser soportada por la sociedad una existencia de alta calificación socioprofesional, que no satisface al individuo psíquicamente con las drásticas consecuencias representadas en forma de autodestrucción y sabotaje. Pero ese comportamiento se muestra como contagioso. La idea creativa de la gran cita era uno de los primeros y hasta ahora uno de los más exitosos intentos de pasar factura a la conciencia de una existencia feliz que se construye en fases de crisis individuales hasta un 84% de meros parámetros psíquicos (en contraste con los socioprofesionales).
Contra todo pronóstico, la gran cita se presentaba como un éxito. Los tecnócratas de la sociedad del tiempo presente han sobreestimado totalmente el papel del cuidado intelectual (que es el parámetro racional con más significado en la educación) que no sólo filtra el profesional social sino toda la situación existencial.
El cuestionario de 247 preguntas estaba contestado al momento de confirmar el vuelo hacia América, a Búfalo en el estado de New York, el corazón le latía tan fuerte que le dolía el pecho, los latidos alcanzaban su manzana de Adán donde se pacificaban instantáneamente y se ralentizaban. En ese momento Tomás era consciente del sudor que bajaba a chorros por su espalda y su pecho. Se tumbaba. Él no tenía que hacerlo. Él no tenía que encontrar ninguna chica de la primera, segunda, tercera o además, como él se ha permitido, de la cuarta zona clasificada como peligro para la vida o llena de agresividad o como se decía entre amigos, zona de guerra. ¿Por qué había aceptado? Eso era totalmente irracional, un porcentaje de dos dígitos de esos individuos tenía que luchar contra deformaciones psíquicas, el riesgo de suicidio era 7.4 veces más alto que en Alemania. Sería loco de su parte jugar al héroe pero él estaba orgulloso de eso.
Naturalmente se daba cuenta del hecho, eran las heridas: con la expectativa de encontrar una chica que llevaba heridas en su cuerpo, se sentía estimulado. Él no era responsable, todo ese complejo de herida-sangre-dolores físicos como experiencia de vida le ha inoculado como saber inmediato su abuelo cuando hacía de canguro de Tomás.
De ninguna manera eso limitaba el componente irracional, esa forma de narrativa desde hacía más de cincuenta años había desaparecido del pensum académico descalificado por su bajo nivel, como una denuncia ilusa de la razón intersubjetiva, su abuelo era uno de los últimos concebidos de manera natural y por ello estaba muy orgulloso y no como el resto, muy desgraciados, este abuelo era el causante de algunos defectos que forzaron a Tomás a asistir a terapias, y sobre aquello insistía muchas veces su padre. A fin de cuentas era el padre de su ex mujer con quien compartía el cuidado de Tomás. El padre de Tomás era divorciado y vivía solo.
Tomás no entendía por qué no decía a nadie este último cuento de su abuelo que le contaba antes de ser obligado a la terminación pacífica de su vida.
Inicialmente él tenía la confianza en la enseñanza creativa de dibujar un cuerpo viejo y separado de esto, camuflado como lluvia, gotas de sangre. Ya para ese entonces recibía la evaluación de crueldad.
Cómo le habrían evaluado si hubiera dibujado la verdad de su impresión: su abuelo tenía debajo de su rara camisa, la camiseta sensorial obligatoria y en medio del pecho una bolsa de plástico transparente y cómo un chorro de sangre que brotaba de ese bolsillo dejaba al pequeño Tomás casi desmayado. Su abuelo sostenía que cada hora una gota de sangre salía de su corazón, tomaba el índice de Tomás y lo ponía en su pecho en un punto que Tomás sentía como un pequeño corte que probablemente el abuelo se había causado a sí mismo. Tenía que esperar al menos cuarenta minutos para la próxima gota, demasiado tarde para Tomás que debía estar en la cama.
Ese goteo de sangre que le prometía el abuelo para la próxima semana, ya no podría verificarlo.
Versión en alemán: date