Juan Manuel Roca: poeta del sueño y de la memoria  

Universidad del Valle, Cali, Colombia

La noche, con su ropaje aterciopelado y sus profundidades, ha sido el refugio ideal de los poetas y de los acosados. ¿Hasta dónde Juan Manuel Roca desciende en las profundidades de la noche? ¿Cuáles son las puertas invisibles que él logra abrir a través de su poesía? 

Para Novalis, la noche, como símbolo de lo infinito, pertenecía a ese gran universo donde el poeta se sumergía en pos de una verdad absoluta. Impregnado de un hálito de religiosidad -como sucede con la gran mayoría de los poetas románticos-, Novalis invocará la noche como el centro y eje del Universo, desde donde el poeta puede realizar su aventura metafísica. Pero esta visión maravillosa de la noche (donde el poeta está muy cerca de Dios y, él mismo, por su condición de creador, es un pequeño dios), se va a ir desvaneciendo, ante la mirada incrédula de los poetas, que no imaginaron que en esa búsqueda por alcanzar el infinito, se iban a encontrar con otros mundos llenos de sombras y fantasmas, y se iban a quedar solos. 

La visión de la noche, como espacio de plenitud y comprensión del universo, empieza a cambiar. Gerard de Nerval, el representante más fiel del romanticismo en Francia, se sumergirá en el mundo de la noche a través del sueño, y sólo encontrará imágenes y pesadillas terribles que lo conducirán al suicidio. Baudelaire se encargará por su cuenta y riesgo -como el acosado de Nietzsche-, de "arrojar a Dios sobre la tierra", y se refugiará en el vino y la embriaguez que producen los placeres exóticos. Similar situación es la que se puede apreciar en corrientes poéticas tan disímiles, pero así mismo unidas por el ámbito interior de la noche, y que van desde Verlaine. pasando por Rimbaud (a los veinte años ya había creado "una estación en el infierno"), Rilke y Georg Trakl, que como Novalis, moriría prematuramente, dejando una poesía bella y de una riqueza musical insuperable, pero atravesada por un espíritu dolorido y torturado, que caracterizó a la poesía lírico-expresionista, de comienzos del siglo pasado. 

Es dentro de esta gran corriente que se entronca la poesía de Juan Manuel Roca. El poeta colombiano es un cantor de la noche, su ámbito ideal es la noche; pero a diferencia de los románticos que buscaban en ella la dimensión de lo infinito, o de los poetas malditos que descubrieron en este espacio su infierno interior, la noche para Roca es el espacio del sueño liberador y de la memoria.

Roca sabe como Trakl, que con Rimbaud y Baudelaire, la muerte de Dios y, con ella, la desintegración y catástrofe del yo-individual, sublimado en otros tiempos por los románticos, es el acontecimiento poético más importante del siglo XIX. Pero Roca no se instalará en la corriente de los poetas malditos, como ha sucedido con ciertas "vanguardias" hispano-americanas que confían más en la moda que en su poesía. Consciente de su acercamiento con los expresionistas (así como lo fueron en su momento César Vallejo y Juan Rulfo), Roca ha sabido interpretar ese desplazamiento sutil pero profundo, que se produjo entre una poesía intimista donde primaba un yo-individual, y una poesía, que sin caer en una posición redentora del mundo, tenía en cuenta un yo-colectivo.

            Los expresionistas, que padecieron en carne propia el holocausto de la guerra y la deportación, expresaron a través de un lenguaje rico en tonalidades cromáticas (como un hermoso cuadro de Kandinsky), un sentimiento de dolor humano, que no es otra cosa que el dolor de vivir en un mundo caótico y lleno de miserias. 

Como poeta hispanoamericano, Roca, que no ha escapado de vivir en una región donde la belleza se confunde con la infamia, encuentra a través de un lenguaje revestido de una belleza formal y una musicalidad matizada de tonos y medio tonos (como un hermoso cuadro de Tapiès), una solución al dolor y a la miseria humana, a través del sueño liberador que engendra la memoria.  

Mi ventana nocturna permanece abierta

Para que entren las dulces ahogadas.

Las febriles hijas del sueño ("...")  


    Dice en 1977, en su poema “Los ladrones nocturnos”. Doce años más tarde, en 1989, en su poema “Estrella de la memoria”,” dedicado al poeta mexicano Fayad Jamís, concluye:  

La noche cae.

Y cae con ella una estrella en la memoria.

El día está hecho para la desmemoria. ("...").

 

Ante el dolor y el sufrimiento humanos, afirmado por los expresionistas, y donde siempre, como si fuera una constante, quedaba insinuada en su poesía un manifiesto de esperanza y fraternidad, Juan Manuel Roca, como poeta de una época particularmente incierta y sombría, nos revela a través de una poesía visual y rica en imágenes poéticas, la indigencia de la época, con su ruindad y miserias humanas. Parece ser que Roca no sólo compartiera, sino que viviera aquello que alguna vez dijo Heidegger, a propósito de Hölderlin, otro iluminado de la noche: “El tiempo de la noche es el tiempo de la miseria”.  

En la noche de caoba crecen los juncos.

En ella escucho la letanía de los ciegos ("...").

 

Canta en su poema “En la noche de caoba”, publicado en 1989. De ahí que Roca proponga al "tiempo de la miseria", la posibilidad del sueño premonitorio y liberador que, en el caso de su poesía y, parafraseando a Borges, cumpliría una doble función: la de ser sueño y, al mismo tiempo, obra de ficción. Pero dejemos que sea el poeta colombiano quien nos precise todo este misterio, a través de su “Arte poética”:   

... En algún lugar de su obra El Origen de la Locura en Asia Frazer cuenta cómo una tribu que invadía a los Malayos entró en contacto con una desconocida flor roja. Se reunieron, dice Frazer, en círculo alrededor de ella y extendieron sus brazos para calentarse. Tal vez el misterio de la poesía consista en convertir flores en fuego, fundar el mito, atrapar el imposible.