Mariano Pascual de Riquelme


MARIANO PASCUAL DE RIQUELME, POETA DEL ABISMO INTERIOR


Por José Luis Abraham López

Breve apunte biográfico


Mariano Pascual de Riquelme Matz nace en Cartagena un 15 de diciembre de 1933. Hijo de Mariano Pascual de Riquelme y Quintas, fruto de su segundo matrimonio con Manuela Matz Sánchez-Ossorio. El único antecedente literario en la familia fue el poeta Mariano Roca de Togores fallecido en 1918.


Cuando estalla la guerra civil, y debido a los bombardeos que acechan la ciudad departamental, Mariano permanece en Murcia con su madre Manuela para volver más tarde a su ciudad natal.


Con el fin de abrir horizontes en su carrera profesional, una vez terminados sus estudios de Derecho en Murcia decide ejercer en Madrid inclinándose por Derecho civil. Allí se aloja en el número 32 de la calle Narciso Serra, un piso de la madre de su futura esposa, Paz Martínez Ceberio (Ricla, Zaragoza 1935), con la que contrae matrimonio en 1962 y con quien tuvo tres hijos. En la capital frecuenta las tertulias del Círculo de Bellas Artes y las del Café Gijón.


Entre una de sus grandes aficiones se cuenta la de viajar y así lo hizo a París, Madrid, Cataluña, Andalucía, Aragón y Valencia; además de la pintura (el impresionismo sobre todo) y de la música clásica.


Gran lector desde muy joven, aprovechó la ingente biblioteca familiar para enfocar sus primeras lecturas a la lírica de Shelley, Hölderlin, Bécquer, García Lorca y Juan Ramón Jiménez. Hombre reflexivo, gustaba leer especialmente a Platón y Sartre. Bajo estos nombres y sus consignas comenzará a abrirse el mundo literario propio de Mariano Pascual de Riquelme.


En la calle Jardines del barrio de Los Dolores es vecino de otro poeta coetáneo y amigo, Agustín Meseguer. Aunque alejado de círculos literarios públicos una de sus escasas apariciones tiene lugar a comienzos de 1963 cuando en la Sociedad Económica de Amigos del País pronuncia una conferencia sobre la relación entre Estado y sociedad[1]. De 1965 es su breve ensayo filosófico La crisis metafísica que vio la luz en Cartagena como número cuatro de la Colección Gobernalle.


En los años setenta Mariano Pascual de Riquelme colabora en El Noticiero de Cartagena firmando con el seudónimo de Víctor Matz. Lejos de la provincia lo hará en los cuadernos de poesía Artesa que en 1969 se creara en Burgos. Su director Antonio L. Bouza acogió para el número de octubre de 1974 el poema titulado “Voz de tierra sin tiempo”. En 1978 Mariano queda finalista en el Premio de Poesía “El Bardo”.


Fallece un 14 de abril de 1994 con mucha obra todavía en desarrollo en la que se cuentan poemarios, guiones cinematográficos, ensayos breves como El Canto de Orfeo o Límites entre la Música y la Poesía, Sobre la sinfonía patética de Tchaikovsky; guiones para cortometrajes como El otro y El camino; y trabajos narrativos dados a conocer, sobre todo, en El Noticiero de Cartagena.


Tras su muerte el conocimiento de su obra ha llegado de manera muy dispersa. Diversos números de la revista cartagenera La Tertulia fue dando a conocer en entregas antológicas muestras de su talante poético merced a la inquietud y amistad de Santiago Cagiga quien, además, dedicó al poeta diversos comentarios en charlas y programas radiofónicos.


En general, uno de los rasgos más decisivos en la actitud poética de Mariano Pascual de Riquelme radica en la escasa importancia que concedió al exhibicionismo y reconocimiento público de modo que, prácticamente en la intimidad y como gesto de singular generosidad, ponía en manos de amigos unas veces y de conocidos otras el conjunto poemático que acababa de escribir.


A modo de oxímoron anímico, él mismo se había definido en su propia obra:


Poco a poco comprendo que el dolor no me basta.

Que hay una alegría última que morirá conmigo[2]


Su estado permanente de ensimismamiento le llegó a escribir:


Te desbordas sin voces. En silencio

proclamas tu secreto de ser[3]


Al margen de contiendas y duelos, a hurtadillas pero con paso decidido desarrolló su poesía entre perfiles surrealistas, como poeta simbolista y metafísico otras cuando no impresionista:


[…] ha muerto sin que sepamos si fue clásico, romántico, vanguardista[4]



Poeta del abismo interior


De entre su producción literaria, y para ahondar en una de las simas más preclaras de Mariano Pascual de Riquelme, adentrémonos en Más allá del silencio, editado en Cartagena en 1962. En dicho volumen tenemos el primer perfil de un poeta que asume la rareza de su condición[5] y que paulatinamente irá formando la imagen completa de un mapa literario de plurales formas y amplios contornos.


En este libro, acaso ninguna otra marca resulte tan llamativa como la constante desazón del poeta motivado por una realidad marcadamente personal que gira en torno a la muerte, la solidaridad y caridad cristiana, la fugacidad del tiempo, la infancia vista como el más feliz de los reinos terrenales, etc. con una estética que parte del reconocimiento de la inefabilidad de la Verdad suprema. En líneas generales, estos temas apuntalan otros que pivotan sobre aquéllos: el hombre vacío, la unión del ser con el mundo, la orfandad inherente a la condición humana, la existencia como una experiencia transfigurada entre sueño y vigilia... Estos registros que hallamos en el inicio de su labor literaria sobrevolarán el resto de su andadura.


Si toda poesía refleja de manera ineludible el pensamiento y el sentir del instante en que nace, no cabe la menor duda de que Más allá del silencio corresponde a una etapa de Mariano Pascual de Riquelme en la que predomina la reflexión sobre la esencial fragilidad del ser humano que vive a merced de las contingencias del mundo.


Donde mejor se aprecia el concepto que de la Poesía tiene el cartagenero es en el poema que abre el libro. En “Innominado” su autor deja bien sentadas las bases de su Poética: la poesía es inefable y eterna, tan inaccesible como fascinante, sobrevive al creador y apenas se sostiene en la palabra pues ésta levemente goza del poder magnético para su expresión. El poeta identifica el ideal estético con la eternidad al tiempo que se aleja de la inspiración sobrenatural para expresar el ejercicio tenaz, constante y abnegado que el poeta sostiene con la Poesía.


Pese al desaliento que se desprende del libro hay también algún resquicio para el optimismo. Así lo atestiguan “Esperado encuentro” y “Autopromesa”. En su labor silenciosa el poeta aún clama “la alegría de todo”. De esta idea deriva una consecuencia humana: el carácter iniciático del poeta capaz de transformar el mundo, mientras que en poemas como “Llamamiento” su autor presenta el Arte como el lazo de unión con ese algo superior al yo, y de éste con sus semejantes. En definitiva, fundir la individualidad con el todo, unir lo disperso.


Mariano Pascual de Riquelme, poeta de la luz, signo inequívocamente romántico, evoca y convoca exigencia expresiva, y si a eso añadimos la intimidad idealista que emana de sus más auténticos sueños nos es fácil encontrar también al filósofo que buscará conceptos racionales e inteligibles para las leyes de la vida[6]


Mariano Pascual de Riquelme nos deja rastros de su talante cristiano tanto hacia el desfavorecido como hacia el creyente. Por ello, no creemos en la idea de Manuel Martínez Pastor cuando afirma:


se refugia en un Olimpo de ideas, en la nebulosa galaxia del más radical de los idealismos filosóficos […] Se rebela, pero su rebeldía es un alejamiento, no una solidaridad[7]


Cuanto más profundo resulta el sentimiento más radical se muestra el autor en su expresión de modo que el imperativo hace acto de presencia en “Soledad” para recalcar, incitar, recriminar al destinatario pues en Pascual de Riquelme nunca hay religión sin ética práctica. El camino estético del poeta pasa ineludiblemente por una permanente exigencia de sinceridad; sinceridad que no duda en proyectar hacia los demás.


El anhelo intuido de otra vida más alta apunta hacia una dirección no menos dolorosa: la evidencia, a pesar de toda rebeldía, de que la vida humana se consume dentro de los límites de la propia vida.


La composición “Juego existencial” se inscribe en el impulso natural de solidaridad hacia los irredentos. Sólo el recuerdo de los días felices salva al poeta de la sombría oquedad. Además, al dolor cósmico ya apuntado se une ahora el dolor punzante del efímero existir y del pasado definido por lo que no fue. Así de explícito queda en “Equilibrio sobre la cuerda de la muerte”. Desde esta premisa, todo está abocado a un “Crepúsculo” permanente. Y en este punto advertimos una conciliación de lo estético con lo ético enunciado en el poema que abre el libro.


Los jóvenes –la mayoría, tocados por teorías existencialistas, dicen ser «poetas sociales» y vivir la tragedia de su tiempo, en contraste con su actitud, el ímpetu, la alegría y deseos de luz que brota de sus metáforas–, constituyen un gran sector de la creación poética murciana y, entre ellos, destacamos a José María Álvarez con su “Canto de hacer lejano, María Teresa Cervantes y su nostálgico libro “La estrella en el agua”, los “Poemas” de Fernando Candela y Mariano Pascual de Riquelme con “Más allá del silencio”[8]


No cabe duda de que toda obra supone una asimilación de la memoria emocional como material literario. Pues bien, una de las ideas centrales de Más allá del silencio es la unión permanente de contrarios: placer y dolor, vida y muerte, amor y odio de la que se deduce un principio moral que rige el universo poético de nuestro protagonista: la realidad es emocionalmente ambivalente pero asumida de manera reconciliadora en cuanto estas dicotomías se complementan.


Porque el poeta siente pesadumbre por el rastro del pasado irrecuperable, su espíritu perfila un universo poético, esencialmente simbólico, que de alguna forma le permite un contacto con el mundo, aun siendo su mirada retrospectiva y vagamente pesimista. De esta manera el lenguaje poético de Pascual de Riquelme incide en la supuesta materialización de una conciencia mucho más íntima y etérea.


Aunque Más allá del silencio ahonda en la lucha desigual del hombre con el mundo tampoco echamos en falta la complicidad con un elemento tan sugestivo del paisaje levantino como el mar. Signo del abismo y de lo eterno, de lo indomable y de lo tenebroso, la sincronización del mar con el temperamento íntimo de Pascual de Riquelme queda enmarcada en estas palabras de María Teresa Cervantes:


Te gustaba el mar porque, para ti, el mar era el principio y la vida, el principio de todas las cosas, algo así como un dios: el ir y venir de las olas, como si de las olas se desprendiera una voz misteriosa y única, una música secreta, como si hubiera una orquesta en el agua[9]


Igual se presenta el mar como espacio que consuela a los pobres como elemento que desentraña al poeta la Verdad, sólo accesible a través de “las palabras doradas”. La explicación de esta expresión clave la obtenemos en un estudio que el cartagenero tituló El Canto de Orfeo o Límites entre la Música y la Poesía:


La poesía se identifica con la filosofía en una cosa: la búsqueda de la unidad final de todo. Pero mientras la filosofía lo hace intelectualmente, la poesía lo hará de un modo intuitivo. Ahora bien, como tiene que emplear la palabra y la palabra es creación humana, su intuición de la unidad final que persigue no puede ser absolutamente cósmica. Y ello es así porque la realidad es silenciosa. La ultimidad cósmica es un infinito silencio […].

Si ese silencio pretende ser aprehendido por el hombre de una manera intuitiva, estética, que es en realidad la única posibilidad de aprehensión, la palabra no será suficiente para llegar a la médula existencial. De ahí que el lenguaje vulgar sea superficial por completo y aleje intensamente de la verdad de todo. Sólo la palabra dorada nacida del lenguaje poético podrá acercarse a ver la serena belleza del mundo.


Podemos rastrear una y otra vez los sinuosos caminos de la poesía de Mariano Pascual de Riquelme y toda expedición nos conduciría a un punto esencial: detrás de cada intento de verbalizar la esencia del mundo aparece siempre la imposibilidad del lenguaje como totalidad. Búsqueda absoluta y, sobre todo, infructuosa, de un ideal inaccesible por naturaleza. Así sucede en “Me dice que la vida significa silencio”.


Buen número de poemas esbozan la conquista imposible de nombrar lo inmanente. Si en “El mar y yo” su autor apuesta por la asimilación del paisaje como retrato del hombre en “Recuerdo de un verano imposible” el mar se nos muestra como un mero escenario de experiencias idílicas. Poesía, mar, vino, inocencia, conviven ahora con un extenso repertorio de sensaciones olfativas: simientes, resinas, rosas, vino, pescadores, redes


Aunque lejos del tono elegíaco en un espíritu reflexivo como el de Mariano Pascual de Riquelme se abre camino con paso firme la figura de la muerte, presentada bajo un perfil tópico (blanca, fría y amarilla) que consume por igual lo bello como lo joven. En “Esencial” esta figura obsesiva vive constantemente al acecho.


Además de la aniquilación corporal como consecuencia de la muerte para nuestro autor hay otro desfallecimiento más cruel: la del hombre en vida. Este tópico del hombre deshabitado lo encontramos en “Réquiem” a través de una expresión atormentada pero tamizada con una inusitada serenidad. Es de nuevo la lucha desigual del poeta en su incesante necesidad de enfrentarse a la página en blanco:


Y me llama la voz, la voz, la voz dorada

que no rompe el silencio


A decir verdad, esa voz dotada de potente magnetismo apenas llega al silencio en el sentido que esta palabra ocupa en el mundo poético de Pascual de Riquelme:

Venimos del silencio y vamos al silencio. Los actos más importantes de nuestra vida son silenciosos. Poco a poco aprendemos el lenguaje elocuente de una mirada, la expresión angustiosa o feliz de unas manos, la tristeza irredenta de un ademán de adiós. Y las cosas nos hablan también continuamente. Hay la resignación infinita en la rama del árbol doblegada a los vientos otoñales, una queja en la lluvia que cae sobre los muertos, una esperanza triste en cada primavera.

Hay el poema de la gaviota volando sobre barcos perdidos, la sinfonía patética del mar, la canción del arroyo, el cuadro impresionista de la tarde.

La verdadera poesía es muda. Sobre ese tema de la mudez, del silencio, nos habla con mucha elocuencia el vaciado mental […] Cuando logramos ese inmenso silencio durante un rato se experimentan las sensaciones más bellas y frescas, sobre todo frescas. Es volver a la infancia o a la animalidad. Entonces ves con los ojos del niño o del animal[10]


Frente al sentimiento de desarraigo el poeta se hermana en comunión franciscana con la realidad más cotidiana. Reconoce que su palabra –voz dorada si fuera la suya auténtica– queda lejos de quebrar el silencio que equivale al Misterio. Sigue aquí la estela de Juan Ramón Jiménez en poemas como éste de Cancioncillas intelectuales: “No sé con qué decirlo, / porque aún no está hecha / mi callada palabra”.


Si bien en Más allá del silencio su autor apenas muestra el más mínimo interés por una poesía histórico-social sí es frecuente, en cambio, la presencia de figuras marginadas. Por un lado, mangueros y lecheras y, por otro, caminantes de sandalias rotas, huérfanos, pobres, vendedores ambulantes, perros vagabundos, etc. Es lo más cerca que Pascual de Riquelme está de la poesía social para quien la entienda, entre sus múltiples matices, como denuncia de la deshumanización y desigualdad social (“Lluvia”). En esta galería no falta la figura del poeta entre los marginados. La conciencia del bien y la moralidad cristiana nunca estará más ligada a Mariano Pascual de Riquelme como en este primer libro.


En líneas generales, austero en la expresión, pródigo en recursos hay otros rasgos temáticos que no pasan inadvertidos. Por ejemplo, los niños. Cerca de diez referencias a la infantilidad localizamos en el libro. En algunas ocasiones como mera posibilidad expresiva que aporta un rasgo emotivo:


Bendeciré a las niñas prematuras

que han amado en silencio


o componiendo un cuadro doméstico en la visión sugestiva de la sencilla vida cotidiana:


al calor de la lumbre con un niño en los brazos


Pero otras en la niñez hace mella prematuramente las miserias materiales:


y los chiquillos llevan en la cara

la gracia dura del invierno


aun reconociendo esta etapa como idílica, llena de ternura y trascendentalismo:


Si todo fueran niños, papeles de colores,

avenidas

o

Cuando veáis una niña

con los brazos tendidos

hacia un mar de misterio

sobrecogeos todos


Más protagonismo ocupa la niñez en composiciones como “Balada”. Con un intencionado efecto narrativo, pocas veces como ésta nos hallaremos ante una carga erótica en la obra del cartagenero.


En cambio, mayor grado de introspección delata “Adolescente” pues ahora lo que motiva al sujeto poético viene de ese momento inigualable del despertar a nuevas sensaciones que se vive en la adolescencia.


La poesía de Mariano Pascual de Riquelme goza deliberadamente de la virtud de la claridad. Un solo verso, otras veces el propio título, definen todo el poema, más si cabe cuando se trata de un tetrasílabo tan ocurrente como “Mi alma llueve”.


Sensible a las impresiones sensoriales, el recuerdo de la pletórica juventud, el elogio de la belleza, el amor a la naturaleza y a la poesía tienen su reverso: el desasosiego que el paso del tiempo y las experiencias vividas dejan en el ánimo del poeta.

Desde una poesía siempre de cara a la experiencia personal, en “Holandesa” se da la mayor concentración de antítesis. Entre el sueño y la vigilia, la muerte y la transustanciación, el poeta recupera la presencia femenina en tierras extranjeras, imbricado ahora su discurso con la anécdota biográfica. “Perdí la alegría del mundo”, “Tengo la Juventud dormida” traslucen un sincero ejercicio existencial: la de la vida madura asediada por la juventud irrecuperable.


A Holanda y sus tierras dedica el cartagenero composiciones como “Invierno” que le sirve de acicate para aferrarse a la esperanza de tiempos mejores. Rodeado de la duda, el sujeto cuenta con el amor y entiende que “lo bello es siempre frío en esencia”.


Sin duda alguna en “Nórdica” estamos ante el poema más narrativo-descriptivo de Más allá del silencio. En esta estampa el poeta siente cercano el misterio de la vida aunque, en última instancia, la representa como “hermana de la muerte”.


La insignificancia del hombre dentro del complejo mecanismo de la Historia y del mundo parece fuera de toda duda, pero junto a ella aún más profunda resulta su fragilidad e indefensión. Lo que da sentido a la existencia es el amor pero, en contrapartida, la soledad le envuelve como una nube oscura. Esta conciencia errabunda resulta compatible con un sentimiento cristiano de solidaridad. La poesía entonces se erige como única salvación pero cuenta con un obstáculo insalvable: la condición inefable del Ser y, en consecuencia, la inutilidad de todo intento de verbalizarlo.


Mas la condición humana participa de ese juego dialéctico entre la vida real y las otras que pudieron serlo, además del firme lazo que entre sí forman la vida y la muerte.


Están entre nosotros los vivos y los muertos,

las cosas que hoy existen y las cosas

que podían haber sido y no fueron[11]


que mucho recuerda a la concepción unamuniana de la estrecha unión entre ambas pues “vivimos muriendo, a cada momento morimos y renacemos” (Diario íntimo)[12]:


Juegan en el columpio de las cosas

naciéndose y muriendo.

De vez en cuando vuelvo de la muerte

a darme baños fríos de alegría


o como vuelta al origen. Frente al dramatismo del fallecimiento, en cambio, en Los ojos de la noche muerte-resurrección, ausencia-presencia supone una continuación –nunca interrupción– del ciclo natural de la vida:


Ahora que muero nazco


En contraste con el poder devastador del paso del tiempo en Mariano Pascual de Riquelme está muy arraigada la concepción de éste con un carácter crónico de modo que la muerte aparece desde una visión apacible y consoladora.


Ese estado casi diríamos hipnótico que desdibuja los límites entre sueño y vigilia, entre realidad e irrealidad –de inspiración platónica–, le lleva a Riquelme a expresiones tan desconcertantes como:


Las cosas que pasaron por mi vida

igual no hubieran sido.

Tal vez no fueron nunca.

O, fueron y no fueron


Convencido de que la visión interior si no consuela sí intensifica la permanencia en el mundo, el poeta halla el camino de su obra olvidándose del atuendo y prestando atención a lo esencial. Él mismo en unos versos del libro inédito Cuando las voces callan mide la repercusión de este sentir.


Todo lo que nos llega más hondo,

el arte, nuestra infancia, los recuerdos,

son ya muertos queridos


Pero como la poesía apenas se agota en lo que se nos dice sino que depende activamente de la participación del cómo se comunica para valorar con más precisión la poesía de Mariano Pascual de Riquelme hay que unir intuición, sentimiento e intelección.


El estilo de Mariano Pascual de Riquelme en Más allá del silencio se llena de imágenes que gozan de una gran fuerza creadora, sobre todo, cuando proceden del subconsciente: “Yo me he quedado solo al borde de un día nueve”, “Amaneceres torpes con hambre de día”. También deslumbra con imágenes inauditas que llevan las marcas de César Vallejo: “Te espero en el jardín de los paraguas / todos los días en que no llueve”.


Hay múltiples mensajes líricos que llegan de la zona del subconsciente, poesía onírica singular; se refugia ante lo inclemente que es la vida, con toda su energía, pero reafirmada con armonía en cada verso, velozmente bello[13]


En cambio, le une a los simbolistas el gusto por la musicalidad del verso. El poeta cartagenero muestra gran habilidad en el ritmo para el cual siente especial predilección por el verso de arte mayor. Apenas tenemos ejemplos del caso contrario. “Balada” se aproxima a la canción desde el fresco popularismo merced a una regularidad métrica poco usual basada en pentasílabos.


Despreocupado de la rima final predomina el uso de las palabras llanas como cierre del verso. Así lo demuestra “Crepúsculo”, “Adolescente”, “Llamada” y “Esperado encuentro”. El cartagenero se muestra poco formalista tanto en la disposición métrica como sintáctica de la línea versal salvo excepciones como “El mar y yo”, “Lluvia”, “Holandesa”, “Llamada”, “Invierno”. En cambio, la tonicidad y el ritmo interior sustentan el ritmo de la poesía de Más allá del silencio. Entre los elementos fono-prosódicos más sobresalientes encontramos la aliteración y la rima en eco, la cesura, además de las combinaciones morfológicas que proporciona el quiasmo o figuras de repetición como el paralelismo, la epanadiplosis, la anáfora, la epífora, la anadiplosis, etc.


La predilección de Mariano Pascual de Riquelme por el verso libre da a su poesía un aire de improvisación y frescura y de ajustarse más si cabe a la lengua hablada. Esta libertad en las restricciones del verso y en la longitud variable de los grupos versales poco tiene que ver, en cambio, con una despreocupación formal.


Sólo en una ocasión, “Equilibrio sobre la cuerda de la muerte”, Riquelme experimenta tipográficamente cuando vemos un verso truncado en dos mitades, así como el juego prosódico, en este caso con la entonación del verso “¿Hacia donde? Hacia donde del poema” de la composición titulada “Llamada”.


En la poesía de Mariano Pascual de Riquelme se da una estrecha conjunción entre lo real y lo irreal, lo intangible y lo corpóreo. Más atento a otro mundo de realidades inaprensibles que a éste de vulgares reconciliaciones:


Pero no confiemos

demasiado en la tierra

aunque ahora nos acoja

con los brazos abiertos[14]


Y la poesía le sirvió, entre otras salvaguardas, para refugiarse de la vida terrenal:


Yo no sabía si ella era cierta

o solo fruto de mi poesía[15]


y para tomar conciencia del mecanismo vital:


Es la soledad cósmica del hombre

que no comprenden los demás“[16]


pero jamás perderá su fe en el destino con su indomable rueda incansable:


Debe haber una tierra más allá de este mundo,

que ya pisamos antes o que vendrá mañana[17]


Para Francisco Henares Pascual de Riquelme representa la lucidez del infortunio[18]. El poeta cartagenero se sentía un albatros en tierra de nadie como reflejó en este verso que bien pudiera ser lema de estilo y de vida:


Qué torpes son los pájaros en tierra[19]




BIBLIOGRAFÍA


”«Estado-sociedad», conferencia de Mariano Pascual de Riquelme en la Económica”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6475, 3 de enero 1959, p. 4.

BLANCA LOZANO, María. “Letras murcianas en 1962”. En: Idealidad: revista editada por el Servicio de Publicaciones de la Caja de Ahorros del Sureste de España, Año 10, n. 64, Enero 1963, pp. [37-38].

CERVANTES, María Teresa. “Mariano Pascual de Riquelme y Matz”. En: 4 y Cantares conversan. Cartagena: Asociación Cultural Diván, 2008, p. 126.

HENARES DÍAZ, Francisco. Cartagena, cien años de poesía. [Cartagena]: Ayuntamiento; [Murcia]: Real Academia Alfonso X el Sabio, [2008].

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PASCUAL DE RIQUELME, Mariano. Más allá del silencio. Murcia: [s.n.], 1962.

SALES, Pedro Ramón. “Firmas cartageneras. Polémica. La perpetua injusticia”. En: El Noticiero de Cartagena, 12 de julio 1973, p. 6.

UNAMUNO, Miguel de. Cancionero; prólogo Andrés Trapiello. Madrid: Akal, 1984.

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XIMÉNEZ, Damián. “Generación de la Posguerra”. En: Cartagena 7 días, 14-20 de junio 1996, p. 29.

XIMÉNEZ, Damián. “Mariano Pascual de Riquelme, señas de identidad”. En: 4 y Cantares conversan. Cartagena: Asociación Cultural Diván, 2008, p. 136.


NOTAS


[1] ”«Estado-sociedad», conferencia de Mariano Pascual de Riquelme en la Económica”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6475, 3 de enero 1959, p. 4.

[2] “Negro fondo de voces ya cansadas”, de Manso pájaro triste del recuerdo.

[3] Ibidem.

[4] MARTÍNEZ PASTOR, Manuel. “Mariano Pascual de Riquelme ha muerto”. En: Agua, Junio-Verano 1994, p. 17.

[5] “[…] a qué clase de artistas nos referimos cuando, como en este caso, mi buen amigo Mariano Pascual de Riquelme trata de evidenciar la injusticia que comete con ellos una sociedad que los colocan en «situación tenebrosa, humillante, precaria» hasta el extremo de considerarlos «parias»”. Vid. SALES, Pedro Ramón D. “Firmas cartageneras. Polémica. La perpetua injusticia”. En: El Noticiero de Cartagena, jueves 12 de julio 1973, p. 6.

[6] XIMÉNEZ, Damián. “Generación de la Posguerra”. En: Cartagena 7 días, 14-20 de junio 1996, p. 29.

[7] MARTÍNEZ PASTOR, Manuel. “Poemas rebeldes con música de fondo”. En: Galera: colección de poesía, n. 9, 1972.

[8] BLANCA LOZANO, María. “Letras murcianas en 1962”. En: Idealidad: revista editada por el Servicio de Publicaciones de la Caja de Ahorros del Sureste de España, Año 10, n. 64, Enero 1963, pp. [37-38].

[9] CERVANTES, María Teresa. “Mariano Pascual de Riquelme y Matz”. En: 4 y Cantares conversan. Cartagena: Asociación Cultural Diván, 2008, p. 126.

[10] El Canto de Orfeo o Límites entre la Música y la Poesía.

[11] Contrástese con estos versos incluidos por el autor en Cuando las voces callan: “Y es que el tiempo es eterno. / Aunque todo se vaya todo vuelve / con la misma emoción del primer día / y hay la misma alegría / en lo que viene que en lo que se va”.

[12] Véase su soneto “Muerte”: “Eres sueño de un Dios; cuando despierte…”; y de Rosario de sonetos líricos los últimos versos del poema “La vida de la muerte”: “este vivir, que es el vivir desnudo, / ¿no es acaso la vida de la muerte?”. En: UNAMUNO, Miguel de. Obras completas. Volumen IV. Madrid: Biblioteca Castro, 1999, pp. 262 y 310 respectivamente. También expresiones como “también muriendo se vive”; “Volveré a vivir la vida que ya viví”. En: UNAMUNO, Miguel de. Cancionero; prólogo Andrés Trapiello. Madrid: Akal, 1984, p. 3.

[13] XIMÉNEZ, Damián. “Mariano Pascual de Riquelme, señas de identidad”. En: 4 y Cantares conversan, op. cit., p. 136.

[14] “Nubes en la noche” de Manso pájaro triste del recuerdo.

[15] “Poema sin nombre” de Manso pájaro triste del recuerdo.

[16] “La soledad en un banco estremecida” de Poemas sin nombre.

[17] “Esperanza” de El hombre de las cosas.

[18] HENARES DÍAZ, Francisco. Cartagena, cien años de poesía. [Cartagena]: Ayuntamiento; [Murcia]: Real Academia Alfonso X el Sabio, [2008], especialmente las páginas 277-279.

[19] “Nubes en la noche” de Manso pájaro triste del recuerdo.

JOSÉ LUIS ABRAHAM LÓPEZ. Diplomado en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad de Murcia, Licenciado en Filología Española en la Universidad de Granada, Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia. En la actualidad ejerce como Profesor titular de Lengua castellana y Literatura en Educación Secundaria.

Es autor del ensayo Antonio Oliver Belmás y las Bellas Artes en la prensa de Murcia (Cartagena, 2002). Se ha encargado de la edición crítica de Recuerdos del Teatro Circo; Recuerdos del Teatro Principal de José Rodríguez Cánovas (Cuadernos Culturales Monroy, 2005); de Poesías de José Martínez Monroy (Editorial Áglaya, 2008); Más allá del silencio; Los ojos de la noche; Viento en la tarde de Mariano Pascual de Riquelme (Huerga & Fierro, 2013); Poesía esencial de Antonio Oliver Belmás (Huerga & Fierro, 2014 con una subvención del Ministerio de Cultura, Educación y Deporte); Infierno y Nadie: antología poética esencial (1978-2014) de Antonio Marín Albalate (Unaria, 2015), de la plaquette Contra el olvido, palabras. Miguel Hernández, Adán solitario (Diván, 2010) y Los toros en la obra de José Rodríguez Cánovas: entre el periodismo y la literatura (Colegio de Periodistas de la Región de Murcia, 2017).

En el terreno educativo ha coordinado el volumen La Fábula: propuestas didácticas y educativas (Edisur, 2009) y Alfarería y Cerámica: un espacio para aprender y enseñar (del taller al aula) (Diputación Provincial de Córdoba, 2016), El olivo en la poesía de Miguel Hernández: hacia una práctica educativa interdisciplinar (Fundación Cultural Miguel Hernández, 2017), Palabras visibles y tiempo detenido: relatos sobre el acoso escolar (ViveLibro, 2020).

Es autor de la guía de lectura Por tierra, mar… y letras: Miguel Hernández y Cartagena (Editorial Raspabook, 2019). Ha elaborado Cuadernos de PMAR. Ámbito Lingüístico I y II (Editex 2016).

Además, como poeta ha publicado A ras de suelo (Palencia, 1996), Asuntos impersonales (Alcira, 1998), la plaquette Golpe de dados (Milano, 2005), el poemario Somos la sombra de lo que amanece (Madrid, Vitruvio, 2014) y Mis días en Abintra (Ediciones En Huída, 2018).

Algunos de sus poemas han aparecido en distintas antologías: La poesía que llega (Jóvenes poetas españoles (Huerga & Fierro, 1998), Primera antología del Mediterráneo. Poetas con el Mar (Librería Escarabajal, 2000), Murcia: Antología general poética (2ª ed.) de Santiago Delgado (Nausicaä, 2000), Antología del beso: poesía última española (Mitad Doble, 2009).

Colabora semanalmente en el periódico El Ideal con artículos de opinión y reseñas de novedades literarias.