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Julio Carrasco Bretón | Mario Wong

 Primeraaproximación crítica a El Otro laberinto [1]

libro de ensayo del artista mexicano Julio Carrasco Bretón

 

PorMario Wong

Escritorperuano


« L’hétérogénéité constitutive du réel sedonne à nous sous le masque de l’unité, de l’unité homogène. Pour la perceptionsuperficielle, le masque est le réelmême. Tomber le masque, c’est prendre le risque du vertige  (…) »

Moses Dobruska (*)

« Cuando llegamos a examinar las nocionesfundamentales de nuestros políticos, descubrimos que esas nociones son, en granparte, ilusiones. Se deduce de esto que la unión no es  si misma una buena cosa como tampoco lo es ensi la separación. Es también absurdo tomar partido en favor de la unión  y/o de la separación, como estar a favor desubir una escalera o de bajarla ».

G. Keith Chesterton

 

I

Elsugestivo título del ensayo de Julio Carrasco Bretón me  remitió a mis lecturas, allá en Lima (años70-80s), de Octavio Paz. Me dije, Julio Carrasco se propone actualizar, dealguna manera, la problemática de lo que es el « carácter delmexicano » en el nuevo siglo, en esta otra etapa de la globalización,marcada por la quiebra de las identidades  y las tradiciones que acompañaron la formaciónde los estados-naciones.

A unapregunta que le hiciese, a Octavio Paz, Claude Fell sobre si podía« concebirse El laberinto de lasoledad como un « décryptage »de los mitos mexicanos », él respondió: « … Yo creo que El laberinto de la soledad fue unatentativa por describir y comprender ciertos mitos; al mismo tiempo, en lamedida en que es una obra de literatura, se ha convertido a su vez en otromito » [2].

Bien,quiero abordar la problemática de la psicología del mexicano, en el siglopresente, a partir de uno de los « événement-mitos »que han marcado a la generación de Julio Carrasco, una generación rupturista, eldel « 2 de octubre del 68 » ; sobre ésto Paz escribió:

« Elcarácter de México, como el de cualquier otro pueblo es una ilusión, unamáscara; al mismo tiempo es un rostro real. Nunca es el mismo y siempre es elmismo. Es una contradicción perpetua: cada vez que afirmamos una parte denosotros mismos, negamos otra. Lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968 fue, simultáneamente,la negación de aquello que hemos querido ser desde la Revolución y laafirmación de aquello que somos desde la Conquista y aún antes. Puede decirseque la aparición del otro México o, más exactamente, de uno de sus aspectos.Apenas si debo repetir que el otro México no está fuera sino en nosotros: nopodríamos extirparlo sin mutilarnos. Es un México que si sabemos nombrarlo y reconocerlo, un día acabaremos portransfigurar: cesará de ser ese fantasma que se desliza en la realidad y lacovierte en pesadilla de sangre. Doble realidad del 2 de octubre de 1968: serun hecho histórico y ser una representación simbólica de nuestra historiasubterránea o invisible. (…) » [3]

Meinteresa esto de la historia subterránea e invisible y subrayo también, en lacita (las itálicas son mías), lo del otro México que si sabemos nombrarlo yreconocerlo… ; en ese événement,traumático, que fue la matanza de estudiantes en la plaza de Tlatelolco, seentrecruzaron los dos Méxicos: el México pretendidamente « moderno »,desarrollado, y el México tradicional, « arcaico » (para utilizar eltérmino, sesgadamente idelógico, al que recurre Mario Vargas Llosa, en su librosobre el escritor peruano José María Arguedas). ¿Cómo interviene el« sincronismo », de esas dos historias (de esos dos Méxicos) en elpresente siglo ? ¿Continúa a determinar, con las atingencias que hace Paz(sobre la máscara y lo real), el carácter de México, lo mexicano en nuestromundo fragmentado ?

 

II

Sobreesto de la nación y la identidad, sobre la « fractura histórica »,comienzo citando, in extensius (delcapítulo intitulado « Dicotomía de la identidad nacional »): 

« …,en la identidad nacional del mexicano perdura un tajo histórico, que divide endos su identidad y al mismo tiempo separa esas dos mitades, que deberían estarjuntas para dar unidad al « ser mexicano » y por ende identificarseplenamente con su axiología de nación. Lo cierto es que no sucede así desde elmismo nacimiento de la patria, pues lo señala con tino la misma lápidadispuesta en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, plaza también de lastres torturas, de las tres masacres: la prehispánica, la de la Conquista y ladel movimiento estudiantil de 1968; lápida en fin, que dice que ahí no hubo ni vencidosni vencedores, que fue el parto doloroso de una nación.

Esetajo histórico natal no ha cerrado plenamente, no ha terminado de cicatrizar enel subconsciente colectivo mexicano. La cicatriz no está concluida porque sifuera cicatriz… »[4]

Serequiere,pues, una especie de entendimiento « intespectivo »(Nietzsche), paradójicamente « fuera del tiempo », para entender el« secreto » de ese periodo histórico, la « razón » (de lasin razón) del México de esos años; a partir de descubrirle la fisura, la brecha,la « zona de riesgo », de vertigo, que nos aproxima al abismo, y quedesde una « perspectiva oblicua » arroja una mirada única  sobre ese tiempo, esa época [5].

No hayidentidad que no sea problemática en el mundo globalizado del capitalismo,neoliberal, distópico; en el que la dinámica de las desterritorializacionescoexisten y/o se apoyan con las intenvenciones siempre más autoritarias delpoder del Estado y de sus aparatos de dominación. Julio Carrasco, en elCorolario a El otro laberinto,constata: « …México está hoy sumergido en la atopía y la anomia; la utopíaal alcance de su consciencia hoy también la tiene secuestrada la Iglesia, entreotras instituciones aliadas al poder. Por ello es que no se contempla un futuroviable para nuestra patria como país de justicia, probidad y equidad » [6].¿Qué ocurrió para que esto último no sea posible? Ese es el trabajo de examende la psicología del mexicano, emprendido por Carrasco en este ensayo, parapoder diagnosticar el mal que corroe su país (y en el que encuentro más de unasimiltud  y/o coincidencia con lasrealidades de otros países del Hemisferio Sur). En este ensayo escribe, sobrela esquizofrenia social que, como una enfermedad endémica, ha contagiado a todoel país; y cito seguido : « La esquizofrenia social es un padecimientocolectivo en todos los componentes de la sociedad mexicana, sean estosgobernantes o gobernados. Ambos sectores padecen de esta disfunciónpsicológica, en términos de acciones sociales y políticas; ambas partes noquieren o están incapacitadas para entender, valga la expresión, la verdaderarealidad del país. Realidad lamentable, pero susceptible de ser transformada.El común de los mexicanos no quiere ver dicha realidad y mucho menos serparticipe de su transformación, tal como si fuera una atmósfera mentalpermanente de autismo hacia la política de injusticia, inequidad e impugnidadque prevalece » [7].

Estaproblemática de la identidad, de la fragmentación du réel (de la no-cohesión, de la antropofagia social), estámarcada por el estigma racial que impera en México desde la Conquista. Retengola opinión de Julio Carrasco Bretón, sobre un cuadro de Alfaro Siqueiros, cuyaimagen para él sintetiza « la condición existencial del sermexicano »; cito, otra vez, inextensius:

 « Cada vez que contemplo el cuadro delrostro de Siqueiros me estremezco, por la fuerza pictórica de este genio delmuralismo mexicano y maestro nuestro. Ese cuadro que tiene un rostro de piedray dos manos en perspectiva, que visualmente reclaman a quien contempla lapintura la ausencia metafórica de la identidad, nos ilustra el drama del rostrode piedra, del no rostro, de la ausencia de identidad, o de asumirla conconocimiento de causa, o por qué no decirlo, de aceptación de nuestro pasado departo sangriento de nación para considerarnos como mexicanos. Rostro de piedra,frío, informe, sin vida, herencia volcánica. « Rostro no rostro » porser cabeza de piedra que no obstante, gesticula con los brazos y las manosabiertas pidiendo…, esperando recibir algo» [8].

… y elpárrafo antepenúltimo - a esta parte (de los inicios de este libro), intitulada« Herencia de vicios coloniales »- sobre el verbo« chingar », considerando la hipocresía y la tolerancia, que seentremezclan, y la relatividad del respeto y las consideraciones sociales, citaa Paz: « … Extremadamente lúcido, Octavio Paz nos brindó las coordenadasgramaticales de un mapa psicológico del mexicano, donde existía unapoliangularidad del verbo chingar.México se caracteriza por tener una población que se chinga mutuamente: el jefemedio le paga al empleado (o sea que se lo chinga), y el empleado simula quetrabaja (o sea que se chinga al jefe, « trabajando a medias »). Porello, podemos concluir que en el fondo no sólo todos se chingan, sino que hanchingado a la nación en su conjunto, permitiendo a su vez que de afuera losimperios modernos nos chingen como nación »[9].Y debería concluir yo, (mi lectura de) esta parte señalando que lo que ocurrióel 2 de octubre de 1968 fue « una verdadera chingadera », y (pero…,antes) me atrevería a preguntarle (…, con una cierta aprensión) a Carrasco, sies que podríamos decir que en ese ritual sangriento de la plaza de Tlatelolco, unatragedia (y no hay que olvidar que Paz renunció a su cargo de embajador en laIndia [10],el gobierno de turno, de Díaz Ordaz, del PRI chingó al pueblo mexicano.

 

III

Recurroaquí, en esta parte final, a la reflexión que Julio Echeverría, compatriota deCarrasco, hace sobre la fórmula « dialéctica negativa » o « dialécticaen suspenso » de Teodoro Adorno, uno de los grandes teóricos de la Escuelade Frankfurt; se trata de mantener el espacio de la crítica, como forma deconocimiento, al mismo tiempo que se denuncian las síntesis en términos, valgala redundancia, de « totalidades totalitarias » (no está demásmencionar, que para Adorno se trataba de pensar después de Auschwitz;« hay que pensar, decía Adorno, de manera que Auschwitz no serepita »).

« Lahumanidad -escribía Adorno- ha debido someterse a un tratamiento espantoso paraque naciese y se consolidase el yo, el carácter idéntico, práctico, viril delhombre, y algo de todo esto se repite en cada infancia. El esfuerzo pormantener unido el Yo pertenece al yoen todos sus estadios, y la tentación de perderlo ha estado siempre asociada ala ciega decisión de conservarlo… La angustia de perder el Yo, anulando así la frontera entre éste y el resto de la vida, eltemor de la muerte y de la destrucción, está estrechamente ligado a una promesade felicidad que ha amenazado constantemente a la civilización ».« Por detrás -y esto corresponde a la reflexión de Echeverría- surgeentonces una doble denuncia del carácter « total », diríamos« fuerte », de la dialéctica. Por un lado, la dialéctica como razóncumple la función de sustituir o compensar la debilidad del yo; por otro, elpensamiento y la primacía lógica de la identidad no son sino la otra cara de lasubordinación que la sociedad exige a « cada quien ». Un poder de unificacióny de cohesión que termina por sacrificar a la individualidad, por« deteriorarla », en cuanto supone la expulsión de todos aquelloselementos que están demás en la propia economía identificatoria del sujeto ».

Yconcluyo esta nota crítica, ya bastante extensa, con el siguiente párrafo de la reflexión de Echeverría, por lo que concierne al común, al individuo y a laproblemática de la identidad (en referencia al proceso cultural ycivilizatorio, en México), sujetos de los cuales he tratado de ocuparme en estami primera aproximación a El otrolaberinto:

« Ladialéctica en Adorno se revuelve contra si misma. La « vidadeteriorada » del individuo se opone a la sobrepotencia del Sistema. Peroa su vez, el poder del Sistema se asienta en la debilidad del individuo, que esvista como incesante búsqueda de socialización, de comunidad. Pero en ladébilidad y en el « deterioro » está la capacidad de resistencia y demodificación del Sistema. Solo el individuo o pequeñas agregaciones, puedenoponerse al poder y a sus formas en una dinámica en la cual su reducido pesocuantitativo se compensa con la enorme carga simbólica de su impugnación.Impugnación que es tal justamente porque alude a otras posibilidades deagregación que no están presentes en el programa sistémico, o que en su defectono logran ser « integradas » o introducidas en él, y cuya presenciaimplica de todas maneras la posibilidad de « modificarlo ». Yesto me permite reconocer el carácter transgresor, de impugnación del Sistema,y también de transformación social y política que tuvo el 2 de octubre del 68en México (y los otros movimientos événementielscomo el mayo francés, del mismo año, y la « Primavera de Praga »)[11]. 

París-Montmartre,19 de febrero del 2019.

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(*)Prefacio al libro Fragmenter le monde, delpsicólogo y psicoterapeuta Josep Rafanell i Orra.

P.S.,esta nota crítica la escribí para la presentación de El otro laberinto, en el Centre Culturel du Méxique, París, el 6 demarzo último; por cuestiones de tiempo sólo fue posible que mi exposición selimitase a la primera parte, y a algunas menciones rápidas de la segunda. Esesto lo que me lleva a publicarla completa.


[1] Julio Carrasco Bretón, El otro laberinto. Ensayo sobre la psicología del mexicano en el nuevosiglo, México DF, Grupo Editorial Canzontle, 2018.

[2]Claude Fell, « Vuelta a El laberinto de la soledad (Conversacióncon Octavio Paz) »; In: Octavio Paz, Pasión Crítica, Barcelona, Ed. SeixBarral, 1985, 1990, p. 110.

[3]Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Madrid, Eds. Cátedra, 1993, 2012, p.391.   

[4]Julio Carrasco Bretón, Ob. Cit., pp.121-122.

[5]Véase Ilan Stavan/Juan Villoro, El ojo enla nuca, Barcelona, Anagrama, 2014, p. 40. Y agrego yo que PeterSloterdijk, en uno de sus libros, sobre un cuadro de un artista coreano, en queel yin y el yan, aparecía atravesado, de derecha a izquierda, por una cuña, laque rompía las viejas armonías asiáticas (el tao), sostenía que testimoniaba, así, una experiencia catastróficadel mundo, en la cual no se puede adicionar l’Unet l’Autre en una unidad superior. Y que resultaba inquietante yreconfortante, al mismo tiempo, ver como el artista coreano había llegado allímite de la mentira holística: la fractura atravesaba la imagen del Tao mismo. Ciertamente, el círculo y lacuña formaban una nueva estructura, « pero esta estructura se hallabadelante de nosotros, como algo que se había -¿acaso para siempre ?-fragmentado, dislocado, mutilado. En la pintura, ni el círculo del tao, en otro tiempo armonioso, no podíaintegrar la cuña gris que lo atravesaba, agresivamente, ni la cuña llegaba aalienar, desde luego, las mitades del círculo, la una respecto de la otra,volviendo, así, irreconocibles los antiguos ajustes. Sin embargo, aunqueseparadas violentamente, ellas podían recordarnos que una comunidad partidapodría expresarse, también, en un mundo que se deteriora. (…)  » (P. Sloterdijk; la traducción es mía).

[6]Ob. Cit., p. 169.

[7]Ob. Cit., p. 79.

[8]Ob. Cit., pp. 57-58.

[9]p. 58.

[10] « …En 1968, después de la matanza deTlatelolco -dice el escritor mexicano Juan Villorro- hubo una ruptura entre losintelectuales y el poder, pero un par de años después el presidente Echeverríalanzó la «apertura democrática» y muchos escritores se precipitaron a apoyarlocon Fuentes a la cabeza. Lo que me interesa destacar es que nunca ha quedadomuy claro cual es el sitio de la independencia. Lo único que le faltó al PRIfue fundar un fideicomiso de apoyo a la disidencia, para controlarla desdedentro ». (Véase Ilan Stavan/Juan Villoro, Ob. Cit., p. 69). 

[11] Julio Echeverría, « Lasrupturas postmodernas y la temática de la identidad »; In: N. Lechner, W. Schmidt, B.Echeverría, J. Hernandez, G. Vattimo, G.E. Rusconi, M. Ferraris, J. Echeverría,Debates sobre Modernidad y postmodernidad,  Quito, Editores Unidos Nariz del Diablo, 1991, pp. 180-181. Solo añado, a esta notafinal a pie de página, por lo que concierne a la impugnación, de la revuelta (yel jugement del sujeto), el primerepígrafe (de un capítulo inacabado con el que debía concluir La Vie de l’esprit, libro póstumo deHannah Arendt, sobre el análisis de la actividad de juzgar), que es un verso deLucain, de La Pharsale (I, 128):« La cause victorieuse plaît aux dieux mais la cause vaincue plaît àCaton. » (el segundo epígrafe es un citación del Fausto de Goethe. Ver « Endurance du thaumazein et carence de jugement », Cap. VI del libro deJacques Taminiaux La fille de Thrace etle penseur professionnel. Arendt etHeidegger, Paris, Éds. Payot, 1992, p. 212).