Ángeles Mora

LA HONDURA EMOCIONAL DE ÁNGELES MORA

 

POR PEDRO GARCÍA CUETO

Escritor español

 

   Transitar por la poesía de la poeta granadina Ángeles Mora es hacerlo por un espacio en el que el lenguaje tiene eco, alcanza la temperatura del tiempo, abraza con el verso la propia vida.

   Poeta de larga trayectoria, en la Antología poética, publicada por Bartleby Una forma de vida, Antología, 1982, 2019, podemos encontrar tantos poemas luminosos de diferentes libros y una estupenda introducción de Manuel Rico que dice:

“La antología que el lector tiene en sus manos es un espléndido caleidoscopio de una obra poética intensa, unitaria, con un mundo propio y reconocible, quizá los atributos esenciales de toda poesía con capacidad de trascendencia más allá del tiempo en que nació”.

   Muy cierto, porque la poeta expresa en Pensando que el camino iba derecho, libro publicado en 1982, poemas como “En vano”:

“En vano te he buscado. / Atrás quedan las horas / que tanto fueron tuyas. / Murieron / Se fueron para siempre / con tu beso, / tu beso perdido en la cuenca / de mi mano / roto de frío…”.

   Poeta que expresa el amor, que siente que todo se pierde cuando las palabras ya no sirven y solo queda el eco de un tiempo feliz, pero que sabe que el instante lo es todo, goce de los sentidos, espacio de la vida que se ha de vivir.

   Hay en la poesía de Ángeles Mora la sencillez que no es esencialmente versificación fácil, sino deseo de ir a lo tangible para expresar lo que es hondo y verdadero. Ese ejercicio está presente en cada libro, late en cada poema, respira en su voz lírica.

   Y el amor continúa en otros libros, tema universal que la poeta granadina templa como si afinara una guitarra ante el cante flamenco. Así dirá en “Cambiando un poco los pronombres” de su libro La guerra de los treinta años (1994):

“Porque sé que tú eres sobre todo la noche, / sobre todo tus dedos que mueren en mí, / sobre todo este beso, las huellas de tus labios, / el brillo de tus piernas y las mías, / el silencio que canta en estas cuatro / paredes de mi vida”.

   Declaración de amor, encuentro con la noche, con la piel del otro, con el beso prometido. Todo en la poesía de la escritora es un hallazgo amoroso, un pensamiento que evoca el pasado, un lienzo que va construyendo el poema con el tejido fino de un sentir femenino.

   Y en “Teoría de los cuerpos”, también vive el tiempo del silencio, de las palabras no escuchadas, de las caricias no dadas:

“Amor que no eres mío, mi derrota…/ no quisiera escribir nunca esta carta. / No quisiera explorar los recuerdos / el lastre / que el corazón inclina algunas noches / al borde de las sábanas”.

   Siempre hay imágenes en su poesía, siempre luz y destellos que hacen al lector que entre en ese mundo de intimidad y de verdades.

   En Contradicciones, pájaros (2001), la poeta habla de la propia escritura, ese hilo invisible que se teje en la página en blanco y que va dibujando perfiles hasta componer la belleza del poema, cito “Poética”.

“Yo sé que estoy aquí / para escribir mi vida. /Que vine poco a poco / hasta esta silla. /  Y no quiero engañarme”.

   Y la mentira que surge también de la ficción, porque es necesaria para seguir viviendo.

   Y de Ficciones para una autobiografía (2015), podemos ver el tiempo, la mujer que recuerda la niñez, con tristeza, pero sabiendo que de la pobreza y el dolor nace también un halo de felicidad cuando encuentras a alguien esencial en tu vida. El poema se llama “El cuarto de afuera”:

“Mi niñez en el cuarto de afuera, / rodando por las tardes, los patios, los domingos, / tu vida huyendo en paralelo / por otras realidades más amargas, / pegada a la tristeza de las calles, / de las oscuras casas / en años de negra miseria”.

   Y luego llega el amor, y el esplendor del día y la luz en una Granada que contempla a los que aman, con envidia por no ser caricia, abrigo y llama de esos amantes entregados.

   Estamos ante una poeta que ahora ha publicado Soñar con bicicletas, un nuevo paso en una poeta que hace del verso cercano pura llamarada, un fogonazo que nos deja su hondura y su latido.

   Ángeles Mora, en cierto modo, ha sido de esas mujeres que ha amado de veras y su luz envuelve todo verso, como si regresara su querido, admirado y amado Juan Carlos Rodríguez, que tanta luz dejó en su camino y que tanto abrigó su corazón.

   Gran poeta, que nos habla al oído, con la sensación de ser ya parte de sus sentimientos, como solo lo hacen los poetas verdaderos.