Mario Suárez Simich

FÁBULA PERUANA DEL INGENIERO Y EL MURO

 

Por Mario Suárez Simich

Escritor peruano

 

  Un grupo de curiosos observaba al maestro de obra y a una cuadrilla de albañiles quienes, después de leer los planos, se disponían a levantar un muro; luego de aprestar todos los materiales y preparar el mortero de cemento, empezaron a aparejar los ladrillos. No habían levantado aún medio metro del muro cuando un ingeniero civil, que se encontraba entre los curiosos, dijo en voz alta: “Ese muro se va a caer con el más leve temblor”. Uno que estaba cerca de él le respondió: “Lo que pasa es que usted está a favor de los temblores”; “A usted le gustaría que se cayera, es de los que aman las desgracias”, agregó un tercero. Así empezó la controversia entre los curiosos. El ingeniero civil iba explicar sus razones cuando fue interrumpido por otro: “Ese es un muro privado y todos saben que solo los públicos se caen”, dijo. “Además, si se cae, la culpa será del sindicato de construcción civil, no les gusta trabajar”, agregó otra voz. En ese momento el muro tenía ya metro y medio de alto y tres de largo, y en la polémica estaban implicados todos los curiosos que discutían entre ellos o gritaban sus opiniones para poder ser escuchadas por todos. “El problema es que los ladrillos son bolivianos y el cemento venezolano”, alcanzó a decir otro. “Seguro que al maestro de obra le gusta el trago o la droga, si se cae, será su culpa”, sentenció otra voz. “Se va a caer porque…”, empezó a decir el ingeniero civil cuando una barahúnda de voces lo increpó llenándolo de insultos. Para entonces, ya se habían levantado los andamios y el muro alcanzaba los dos metros de alto y cinco de largo. “El país no avanza por gente como usted, que se opone a todo”, “Si desea que se caiga el muro, usted no es un patriota como nosotros”, “Si llega a caerse, es que hay comunistas infiltrados entre los albañiles”, “Recemos juntos para pedirle a Dios que el muro resista”, fueron las últimas frases que escuchó el ingeniero civil antes de que empezara un leve temblor. Como lo había anticipado, el muro se derrumbó matando a cinco albañiles cuyos cuerpos quedaron bajo una ruma de ladrillos. Cuando llegó la policía, todos los curiosos acusaron al ingeniero civil como autor del derrumbe y este fue detenido, acusado de videncia.

Moraleja: Del que levantó los planos, nunca se supo nada.