La novela como viaje y descubrimiento

LA NOVELA COMO VIAJE Y DESCUBRIMIENTO

 Acerca de Ventana o pasillo


                                                          Por Azriel Bibliowicz

Escritor colombiano

 

 

         ¿Ventana o pasillo? la pregunta inocente de una joven detrás el mostrador de una aerolínea en el aeropuerto en Bogotá, tendrá unas respuestas e implicaciones, esta maravillosa novela de Consuelo Triviño Anzola publicada por Seix Barral.

         La respuesta aparentemente, sencilla, evolucionará y cambiará con el paso de las páginas y el viaje mismo. Una travesía cargada de recuerdos familiares, incertidumbres, miedos, ires y venires, así como la necesidad de abrirse paso y confrontar lo desconocido. Son las incertidumbres de la inmigración. Sin embargo y a pesar de las vicisitudes que encuentra la protagonista, hay una constante: su gran tesón y la capacidad de enfrentar la adversidad de manera inteligente y positiva, que la llevará, a vencer los obstáculos en ese viaje vital que también es, el descubrimiento, de un mundo y de sí misma. La disciplina y la ética del trabajo labrarán en últimas el camino que abrirá la oportunidad, que por siglos han sido negadas a las mujeres y en donde salir adelante nunca ha sido fácil. 

         Y si bien, Ventana o pasillo, en una primera instancia parece una autobiografía, a medida en que se recorren sus páginas, encontramos que no es una obra fácil de encasillar, dentro de un determinado género, porque si bien tiene mucho de memoria, también abre la duda que quizás estamos frente una auto-ficción, una novela de educación sentimental, donde una joven estudiante de posgrado, crece y madura emotivamente, mientras aprende a valorar tanto el nuevo mundo que la rodea como el viejo que dejará atrás, pero que  también la ha moldeado. 

         Me atrevería a decir que muchas novelas son un viaje de descubrimiento, pero aquí el rumbo siempre fue claro: el encuentro con la literatura como obsesión y destino. Más aun, la búsqueda de la literatura termina por aunarse y transformarse en el encuentro consigo misma. Las lecturas dominan la realidad y la protagonista se vuelve los libros que ha leído, que la han marcado y por ello, tal vez no resulta casual que haya encontrado el amor, recorriendo las ventas de libros y a las librerías de viejo, que siempre serán minas de tesoros invaluables.

         Ventana o Pasillo nos cuenta cómo se afina la mirada de una cuidadosa observadora, que ha emigrado a España y ha entablado un constante diálogo consigo misma, que se inicia con el reflejo de su imagen en la ventana del avión. No debe extrañarnos que la protagonista a su vez se desdoble aprovechando ese giro maravilloso que permite la segunda persona de singular, ese , que como narrador o narradora resulta escaso en América Latina y sorprendente en nuestra literatura, pero que también se presta para transmutarse en un yo o un él, permitiéndole así fraccionarse y generar un diálogo, un contrapunto consigo misma, que en últimas nos muestra las dualidades que conviven en un mismo ser. El desdoblamiento y el uso acertado de este recurso para cuestionar y formularse preguntas, es uno de los grandes aciertos de la novela.  

         Por cierto, el uso de la segunda persona del singular como narrador, me recuerda a Aura de Carlos Fuentes con ese increíble sabor fantasmagórico que confiere la segunda persona. Y ya que hablo de lo fantasmagórico, hay un personaje fascinante en esta novela de Consuelo Triviño que es el abuelo-sastre quien termina por ser un verdadero misterio a lo largo de sus páginas. Es un personaje que aparece y desaparece, en una historia de amor, que también podría calificarse de fantasmagórica. Sin embargo, el abuelo-sastre no es otro que el padre del padre de la protagonista. Pero, es un padre fantasma que él jamás conoció y por ello, ese hijo a pesar de sí mismo, vivirá en una búsqueda de un padre espectral, que nunca se sabe dónde estuvo ni cómo la vida lo enredó. La abuela que hablaba del sastre como su gran amor, pero tampoco lo pudo retener y terminó por ser una quimera que desapareció en las riberas del rio Putumayo.    

         También es cierto que esta novela, subraya el machismo y la irresponsabilidad de los hombres de una generación de colombianos, que fueron ante todo padres ausentes, que desaparecían dejando a las mujeres embarazadas sin asumir ninguna responsabilidad. Eran hombres sementales. Es el mundo del machismo donde los hombres que se pierden ya sea en la selva o en las garitas, en las cantinas, los billares, los bares, los burdeles y viven realizando viajes a pie, llenos de licor, sin avanzar, bajo la lluvia y que no los conduce a ninguna parte.

         Las verdaderas heroínas de esta obra terminan por ser las mujeres, esas “auténticas heroínas de la cotidianidad”.  Las madres que sufrían en silencio, y en particular la madre-enfermera que viaja de pueblo en pueblo, recibiendo niños, curando heridas en lejanos caseríos tropicales y atendiendo dolencias por doquier, ahí donde nadie se hubiera atrevido a curarlos y su amor dejando el aroma de violetas por doquier.

         No dejan de impresionar las dramáticas historias pasionales, típicas de la violencia de un país desgarrado, como es el relato, de un muchacho que llegó con una sábana a manera de guayuco que le protegía la entrepierna, acompañado por un hombre mayor. El joven muchacho se había atrevido a coquetearle a la hija del dueño de la tienda del pueblo en la flor de la juventud, pero que debía reservar sus bellezas para el patrón o el gamonal que se había fijado en ella. Y un viernes por la tarde lo sorprendieron guiñándole el ojo a la niña y el patrón, sentado en la mesa desde la penumbra saltó como felino, retándolo. Antes de que el muchacho pudiera hacer cualquier movimiento, le marcó una cruz en la entrepierna con su machete y el joven se dobló más por el dolor que por instinto de protección. Lívido, casi muerto, se desplomó ante los alaridos de los vecinos. Al entrar en el centro de la salud, la enfermera pido que lo desvistieran y colocaran bocarriba en la mesa camilla mientras ella hervía el instrumental y buscaba la gasa, el algodón, el Mertiolate, esparadrapo. Lo que la madre encontró entre las piernas del muchacho era indescriptible, por lo que el rival les había hecho a sus testículos. Y, sin embargo, la madre-enfermera se entregó con todo el cuidado, a salvar a un pobre muchacho, “con la misma ternura con que había cuidado las delicadas partes de sus pequeños hijos”. La madre-enfermera efectuó una pequeña cirugía, cosió las distintas partes del saco escrotal, salvando así al muchacho, para que algún día quizás pudiera ser un buen padre. Una historia conmovedora.

         En verdad, Ventana o Pasillo está llena de historias inquietantes, de amores frustrados, de jóvenes incapaces de comprometerse emocionalmente, pero a pesar de las dificultades en últimas es una historia con un final feliz, en donde el mundo de la literatura también le permitirá a la protagonista encontrarse y hallar a ADV, ese otro amante de los libros, y vivirán un amor maduro que los unirá y donde se complementaran compartiendo sus vidas y su pasión por las letras.

         Las venturas están llenas de vueltas como bien sabe Odiseo. Pero, cuando se tiene una vocación clara, las vueltas hay que agradecerlas porque en últimas son el camino necesario para reafirmarse y llegar a Ítaca, como diría Kavafis. Pero esa travesía, que no es otra cosa que el encuentro consigo mismo, pero ya no importa si el viaje se efectúa en la ventana o el pasillo, porque el destino deja de ser incierto.

         Sin duda, Consuelo Triviño Anzola, ha logrado un bello testimonio y una gran novela, bien escrita, llena de maravillosas reflexiones y lecturas. La sinceridad y valentía del texto revela cómo se forja una gran escritora.

Azriel Bibliowicz nació en Bogotá en 1949. Estudió Sociología en la Universidad Nacional de Colombia. Obtuvo su Ph.D. en la Universidad de Cornell (Estados Unidos) en 1979. Ha sido profesor visitante y conferencista en Sociología y Literatura en universidades de Estados Unidos y Europa. Fue columnista de El Espectador, y en 1981 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Des de 1983 ha estado vinculado a la Universidad Nacional de Colombia, en donde se le otorgó en 2004 la Medalla al Mérito Académico. Fue profesor fundador de la Escuela de Cine y Televisión, y también gestor, fundador y director de la Maestría en Escrituras Creativas hasta 2012. Sus obras literarias incluyen El rumor del astracán, con cuatro ediciones; Sobre la faz del abismo (2002), Flaubert: historia de una cama (2004), la novela Migas de pan (Alfaguara) o Del agua al desierto (Tusquets) y la compilación de los Seminarios y talleres con invitados internacionales de la Maestría en Escrituras Creativas (2012). Algunos de sus cuentos han sido traducidos al inglés, al alemán y al italiano.  

Consuelo Triviño Anzola

Bogotá, 1956. Es doctora en Filología. Reside en Madrid donde trabaja en el Instituto Cervantes. Ha publicado las novelas Prohibido salir a la calle (Planeta 1998, Mirada Malva 2009, Sílaba Editores 2011, Seix Barral 2022), La semilla de la ira (Seix Barral, 2008), Una isla en la luna (2009), Transterrados (2019) y Ventana o pasillo (Seix Barral, 2021), los libros de cuentos La casa imposible (2005), Letra herida (2012), Extravíos y desvaríos (2013) y El ojo en la aguja (2019), así como biografías de José Martí (2004) y de Cervantes (2013). También tiene obra de crítica literaria. Esta su primera novela, Prohibido salir a la calle, fue considerada por la revista Semana, de Bogotá, como una de las mejores de la literatura colombiana moderna. En el volumen No era fácil callar a los niños varios críticos conmemoran los veinte años de esa novela y destacan la fuerza de su ficción testimonial y el profundo e íntimo concepto de su lengua.